Me saludo en los espejos,
En todos.
Me erradico.
Me escondo en las canciones
que cantan mis vacíos.
Sometida a la niña
hurgo en mi estómago
que se apuñala.
Envuelta de sábana, hedor,
de lápiz al suelo y
mano en la cara.
Y la luz
que se estampa en mi cara
con un grito de prisa.
Aquí falta el amor.
Niña de la vianda.
A aquellos fantasmas
que se abandonaron a su suerte
sin darles la oportunidad
de ser matados.
Lleno mis vacíos con magdalenas.
Y las palabras
que ofician
en un huerto chasqueado.
Ahora recuerdo porque
olvido tanto.
Tu voz
en ningún lugar
dónde haya estado antes,
Imaginar que
tus lluvias me apagan
en este sólo poder pensarte.
Caes en el abismo
de tu interior,
apenas cuando topas suelo
hay otro acantilado
dispuesto a empujarte.
He de morir de cosas simples.
De tu mirar y que tu mano
provoque en mi pecho
un ataque al corazón.
El hilo fino
que ahoga el delgado trazo
de los años.
Voy yo o vienes tú.
Quizá encontrar
el punto
dónde nunca
nos conocimos.
Que recorres curvas,
hendidas por la edad,
en busca del amor erróneo.
Debo así
morir más a menudo.
Torpeza no la lanzes,
quédate conmigo
que de castigo.
tendrá manos en sus cabellos.
Escobas en su bosillo.
que volarán.